Si, usaremos este titular circense demostrando así que hemos entrado en un terreno que, aunque totalmente respetable y admirable, no es el nuestro. Y sin embargo, hacemos algo similar jugandonos en este caso la vida profesional. La culpa es del todo nuestra, de quienes usamos una herramienta como el Tarot, desprestigiandola y desprestigiando las facultades que tenemos por ambición desmedida y deseo de notoriedad.
Es así de crudo. Todos los días nos enfrentamos a anuncios en lugares donde sólo deberían existir textos para vender o comprar cosas, ofreciendo “los servicios de videncia natural”, o nos encontramos aseveraciones como “te digo fechas exactas”, e incluso se atreven a escribir cosas como “resolveré todos tus problemas”. Y así nos va.
Luego recibimos quejas y lamentos porque los clientes cada vez piden más. No, no piden más, piden lo que nosotros ofrecemos o decimos que “somos capaces de hacer”. Para colmo, ¿de dónde viene eso de “vidente de nacimiento”? No hemos aprendido nada, y seguimos sin aprender.
La “videncia de nacimiento” es una cualidad que tenemos todos/as los que no carecemos del sentido de la vista, en cuyo caso, y lamentablemente, seríamos “invidentes”. Eso sólo para empezar a enseñar un poco. Luego, el Tarot “no habla”, no dice nada. La bajara la forman 78 láminas de cartulina tratada en máquinas de imprenta, hechas por trabajadores de la misma, y con colores que han sido suministrados por empresas dedicadas a esa labor.
Seamos sensatos, y empecemos a ofrecer lo que si podemos. No sigamos haciendo una competencia desmedida en un terreno donde “todo vale”, porque avanzamos. Estamos en el siglo XXI, ya no estamos en el XIX. Ya los clientes saben de qué va esto, y si nosotros nos ofrecemos como “superheroes del Tarot”, nos exigirán heroicidades que, obviamente, no podemos llegar a hacerlas. Y si es así, ofrézcanse para la ciencia porque serán muy famosos y reconocidos si pueden demostrar todo lo que dicen. Mientras, sensatez.
El Tarot es la herramienta que usamos para ordenar las percepciones que podemos llegar a recibir de quienes quieren preguntarnos sobre algo que desconocen, que puede pasar en un futuro, y desean que les ayudemos a saber qué caminos hay, para luego, elegir el que ellos/as quieran tomar. Las percepciones, dependiendo del momento y de nuestro estado anímico, serán mayores, menores o inexistentes porque somos humanos. Esta es la realidad.
Cierto es que con los conocimientos y el entrenamiento de nuestra mente, el subconsciente va desarrollando cada vez más la facultad de clarividencia, y ya aplicando algunos preceptos de la física cuántica teórica, podemos llegar a “percibir” detalles de la vida presente, pasada y el posible futuro de quienes nos solicitan nuestra ayuda. Dependiendo también del nivel cultural, la conexión y traducción de esas percepciones subconscientes-consciente serán cada vez más precisas. También hay que añadir las vivencias del augur (Tarotista en este caso, aunque no nos gusta ese término) aunque deben ser sólo tomadas para poder enriquecer más la “lectura” y nunca para dar una opinión sobre lo que “debería hacer” o “estaría bien que hiciera” un cliente. Así rompemos el libre albedrío, y las posibilidades de que la lectura sea fallida, aumentan exponencialmente.
Pero hasta ahí. Nada más. No se ve más en la “bola de cristal” si no se tiene la facultad de hialoscópia. No se ve nada en un péndulo porque sólo sirve si es usted radiestesista, y lo aplica más bien en terreno físico o corporal. No se pueden ver fechas porque los calendarios son un invento del hombre y dependiendo de la cultura, éste puede variar (como ejemplo, les animamos a que tomen un calendario nuestro y uno chino). Y no, no somos superhéroes por tener una baraja de Tarot en casa. La humildad es la facultad parapsicológica que menos fomentamos, y en este caso, se demuestra que es la más importante.
Por lo tanto, si no somos nosotros quien aleccionamos a los clientes sobre la realidad, y vamos sacando cualidades mayores que “otros/as” que se dedican a esto como si fueran sacadas de un cómic de Marvel, caeremos en lo que estamos cayendo: cada vez nos exigen que demos más datos, y cada vez somos más insultados porque no lo hacemos. Ése es el camino en el que estamos, y no queremos pensar cuál es la meta del mismo.