En numerosas ocasiones los socios (y no socios) que trabajan usando la baraja del Tarot como herramienta de apoyo a la adivinación, se muestran inquietos ante un hecho que se produce después de una inquietante pregunta por parte del consultante: “¿Cuándo va a ocurrir lo que planteas sobre mi futuro?” Obviamente, tras este particular, se abre un gran debate sobre quién es capaz de “acertar” ese tiempo, y quién no es capaz de hacerlo. Pero tanto en un caso como en otro, ¿se está en lo cierto?. Veamos.
Llegados a este punto hay que aclarar que incluso el tiempo en nuestro plano físico, y según las investigaciones actuales, es tan relativo y sujeto a cambios según la gravedad que es complicado pensar en él como un concepto lineal. Aún así, vamos a tener que hablar de “nuestro” tiempo, o sea, de nuestro planeta Tierra. Porque también pensamos que el tiempo es lineal y en realidad, no lo es.
De un momento, de una decisión que tomamos en un segundo de reloj, parten infinitos caminos y realidades, tantas como posibilidades existen. De hecho, esto está estipulado dentro de la física cuántica, y se explica muy bien con la paradoja del “Gato de Schrödinger”. Por tanto, cuando tomamos una decisión dependiendo de cualquier factor interno o externo, se abren todas las posibilidades que hemos dicho, pero sólo concurre la que nosotros queremos, la que pensamos es mejor.
Y luego de ahí nos lleva hasta el siguiente segundo de vida, y así al siguiente… Podemos estar así mucho tiempo, pero no lo tenemos. Sin embargo, no hemos hablado de otro concepto que son esos caminos que se abren, los infinitos caminos. Pongamos un ejemplo práctico para entendernos.
Imaginemos que un consultante pregunta a un augur sobre su futuro laboral. Según la percepción apoyada en el Tarot, cabe la posibilidad de que cambie a mejor de forma inminente gracias a un escenario que ha podido “prever”, y en el que juega un papel importante la última empresa que visitó solicitando empleo. Imaginemos que esa persona, empecinada en seguir su plan, no va de inmediato a dicha empresa, o va pero con una visión ya tan segura que “modifica” todo a causa de lo que da por sentado, ofreciendo una imagen de prepotencia equivocada ante quienes le reciben por segunda vez. En el escenario planteado, no estaban contemplados esas emociones que se crearon una vez se sabía la respuesta a la pregunta, pero esas emociones cambiaron por completo la conclusión de la escena. ¿Se ha equivocado el augur?
En el terreno sentimental, este tipo de cambios al jugar un papel fundamental las emociones, pueden ser incluso más bruscos, y es posible que leves cambios en el comportamiento de quien conoce ese posible futuro, hagan posible que no ocurra. ¿La razón? Como con el gato, todo cambia porque aunque no hemos abierto la caja, hemos visto el contenido antes incluso de abrirla. Pero es posible que la abramos de distinta forma a la planteada, con lo cual el escenario, ya ha cambiado.
¿Y en cuanto al escenario? Si entra dentro de nuestro plano físico, ¿porqué seguimos sin poder vislumbrar un plazo de tiempo certero? Porque el escenario está, pero no el tiempo que pasa hasta que se llega a dicho escenario. Se puede saber dónde está un teatro famoso de una ciudad completa, pero no podemos saber cuánto tardará un señor que no conocemos en llegar, ya que no sabemos cuándo tomará la decisión de ir, qué medio de transporte usará, o qué circunstancias encontrará durante el viaje a dicho teatro. Pero la imagen clarividente del señor viendo la obra de teatro en ese recinto, si se puede ver. ¿Porqué no se puede ver qué avatares le espera al señor de camino al teatro? Porque tendría que desvelarse cada segundo de ese camino, y los infinitos caminos que se abren de cada decisión que, posiblemente, pueda tomar en ese trayecto. Algo físicamente imposible.